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“Tráeme las especificaciones, y yo te encuentro la corriente.” Esa fue la primera orden del tipo “lo haremos y ya” que recibí de Abe Powell. Era a mediados de febrero, 2018, y yo andaba buscando corriente trifásica y un lugar de estacionamiento para un congelador industrial de 20 pies.

Hasta este punto, había estado llamando a los negocios de Montecito que, según Google Maps, tenían estacionamientos grandes, y preguntándoles si tenían corriente trifásica. No fue una estrategia muy eficaz, pero si me proporcionó la oportunidad de hablar con muchos miembros de la comunidad sobre mi proyecto de conservación, que se enfocaba en la descontaminación de moho y el salvamento de cosas que se excavaban del lodo. Lo que aprendí fue que los residentes de Montecito eran dedicados a ayudar a sus vecinos dentro de la comunidad y que eran cautelosos de nuevos proyectos, con la excepción del Bucket Brigade.

Me acostumbré a contar la historia de porque andaba buscando un estacionamiento para un congelador gigante: Al principio de febrero, me remitieron a algunos voluntarios locales quienes conocían a un par de personas con seis artículos que querían conservar después del flujo de escombros. Los voluntarios buscaban una estimación para su reparación, con la posibilidad de que pueda haber más artículos en el futuro. Un conservador no puede dar una estimación sin ver el artículo, así que propuse un día gratis de evaluación, lo cual tomó lugar el la biblioteca de Montecito. Miembros de la comunidad podían traer cualquier cosa que querían traer, y yo los ayudaría si pudiera y repartiría otros recursos y información de contacto de otros conservadores con diferentes especializaciones.

Aquel día, después de una hora, le pregunté a uno de los voluntarios: “¿No se da cuenta nadie aquí de que hay un problema enorme con el moho?” La mayoría de las personas allí se sentían sorprendidos cuando les dije que había moho en sus artículos. Me sorprendió también, pero no debería haber estado sorprendida. Si hubiera pensado bien sobre el desastre, es la única conclusión natural. Fue el resultado de una tormenta, lo cual significa agua — el creador de moho. Lodo y escombros cubrieron el pueblo, lo cual prevenía a los objetos secar y creía un microambiente. Eso, junto con la fuente de alimentación proporcionada por los objetos en si, creía el terreno fértil perfecto para el moho y los insectos.

Mirando alrededor y tratado de aconsejar a las personas, me di cuenta de que, en este caso, estaban totalmente solos sin ayuda o guía. No fue por una falta de compasión o de financiación, sino por una falta de un lugar profesional dedicado a este tipo de trabajo. Pensé mucho durante la siguiente semana, llamé a otros conservadores, hice unas investigaciones, y decidí intentar algo que no se había hecho nunca antes: apoyo de conservación a escala comunitaria.

Primero hablé con Christian De Brer con el Museo Fowler, quien recomendó Martin Containers para un congelador móvil. Ellos habían hecho un programa de remediación parecido, y tuvo muchos consejos muy útiles para mi. Martin Containers quería ayudar todo lo posible y reservaron dos congeladores para mi con un descuento enorme. El proyecto también recibió financiación de Congregación B’nai B’rith para su lanzamiento y para comprar los primeros suministros. Uno de los congeladores iba al departamento del Sheriff, y el otro iba a estar ubicado en algún lugar de Montecito. Llamé a Sherman Hansen de Santa Barbara County Parks y le pedí su opinión sobre los próximos cinco lugares en mi lista. Él me puso en contacto con Abe.

Abe inmediatamente se dio cuenta de la necesidad de un servicio de conservación y, después de leer las especificaciones eléctricas para los congeladores industriales, me dijo que no existía nada en Montecito que podía soportar semejante carga de energía. Sin embargo, dijo que el Santa Barbara Bucket Brigade rentaría generadores capaces de soportar la carga y que además los pagaría. Esta proposición increíblemente generosa significó que iba a poder aceptar la oferta de Westmont College de estacionar el congelador en su campus.

Para el ingreso de artículos, Geoff Green me puso en contacto con Ben Romo, quién me ofreció espacio gratis en el Montecito Center for Preparedness, Recovery and Rebuilding que el Condado de Santa Barbara se establecía para los residentes. Después de varias semanas de llamadas en frío, todo ya se encajaba, y lo único que me quedaba fue encender los generadores.

Mientras esperábamos la entrega de los generadores, Abe y yo tuvimos la primera oportunidad de hablar un poco más sobre mi proyecto, y me estaba preguntando todas las mismas cosas que me habían preguntado los residentes tratando de establecer mis motivaciones y calificaciones.

Mi familia es de Buellton, así que Santa Barbara y Montecito eran cercanos y queridos en mi corazón, lo cual satisfizo mis credenciales locales. Me gradué con una Maestría en Conservación, Obras de Arte en Papel, de Camberwell College of London en 2016; allí estaban mis credenciales profesionales. Había acabado de terminar una beca en labiblioteca de UCLA al final de enero, 2018; explicación razonable de porque tenía ahora meses desocupados.

La próxima pregunta que me hizo Abe fue una que no había enfrentado hasta entonces: “Te preocupa encabezar un proyecto de varios meses para ayudar a personas que no conoces?”

“Ah, no. Hice labor de asistencia humanitaria en Kosovo después de la guerra, así que esto no será nada nuevo para mí,” le respondí. Lo cual fue sorprendente para mí y para él. Abe fue sorprendido porque este no fue la respuesta que esperaba, y yo me sorprendí que había compartido mi historia en Kosovo con una persona desconocida.

No hablo mucho de mi experiencia en Kosovo. La gente suele ser increíblemente fascinada, y nunca encuentro una manera apropiada de decirles que esa experiencia me dejó con Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C). Básicamente, pasé nueve meses allí con mi familia, y las zonas de guerra son sumamente horríficas, y de ahí, el trauma.

Tuve que enmendar mi primera respuesta despreocupada, clarificando que, de hecho, me preocupaba mi TEPT-C, porque hacía que me resultara difícil ayudarles a la gente como voluntaria como había hecho en Kosovo. Pero he pasado años mejorándome, y dado que iba a ayudar a objetos y no a personas, estaba segura que iba a poder hacerlo.

Empecé a aceptar objetos de manera oficial el 8 de marzo, y la necesidad ya era obvio. Rápidamente, mi espacio se llenó de objetos, y me sentía agradecida por los voluntarios y mi previa experiencia con bases de datos, porque estas dos cosas eran imprescindibles al éxito de proyecto.

Durante las próximas semanas, la relación entre 805 Conservación y el Santa Barbara Bucket Brigade se hizo más formalizada porque el Bucket Brigade se convirtió en nuestra organización coordinadora y proporcionó el resto de la financiación requerida para el proyecto. Ahora podía enfocarme exclusivamente en los objetos. Mi especialidad es objetos de papel. Como seguramente se puede imaginar, todo tipo de objeto me vino durante este proyecto. Soy afortunada que la conservación como profesión es obsesionada con el compartir de información. Rápidamente encontré a un grupo de conservadores con diferentes especializaciones quienes estaban dispuestas a compartir su conocimiento y experiencia. Me guiaron por textiles, piezas de metal, piezas cerámicas, pinturas y animales de peluche.

Desde el principio, quería que el proyecto fuera gratis para el público y que no existiera ninguna restricción en cuanto al tipo de objeto que me pudieran traer. Tan pronto como te involucrabas con el desastre, las historias del costo, en términos monetarios, abundaban. La gente se sentía que aun el acto de respirar venía con una cuenta. Quería que el costo no fuera factor para las personas recibiendo la ayuda que necesitaban con algo que pudiera tener implicaciones de salud y seguridad para ellos. Como el Bucket Brigade compartió esta opinión, fue una confirmación más de la sinergia de nuestros equipos de trabajo.

El no restringir lo que la gente me traía sorprendió a todos. Todos me preguntaron: “¿Estás segura? ¿No crees que las familias se aprovecharán?” Y yo les respondí que tenía mucha fe en las familias. Y me dieron la razón. Cada familia que me trajo objetos seleccionó con cuidado lo que me trajo. El saber que el servicio era gratis los hizo más decisivos sobre lo que querían conservar. No querían abrumarme, y querían asegurar que tuviera tiempo para tantas familias como fuera posible. Mientras el proyecto continuaba y el trabajo se me amontonaba, las familias me trajeron comida y bebidas durante las tardes calientes. Me trajeron suministros si se dieron cuenta de que se me hicieran falta, y de vez en cuando hacían tareas pequeñas como sacar la basura. Y recibí muchísimos abrazos cuando el proyecto empezó a cansarme.

¿Te recuerdas cuando dije que mi TEPT-C no iba a ser un problema porque estaba ayudando a objetos y no a las personas? Pues, lo que no sabía al momento fue que arreglando los objetos de hecho es una forma de ayudar a las personas. No había imaginado el impacto que tendrá ni el vínculo que se forjará entre todos nosotros.

¿Como nos conectamos con otras personas? Frecuentemente comienza con el compartir de detalles personales. Entones encuentran algo que tienen en común, y luego comparten más hasta establecer una conexión. Revisando las posesiones personales de una familia es un caída libre dentro de sus memorias. Cuando me reunía con las familias, me contaban las historias que acompañaban los objetos. Pasado el tiempo, preocupación generalizado por una persona desconocida se convertía en cariño profundo por amigos queridos.

Empecé a sentir estresada, y estaba siempre cansada. Pero mantenía buenos límites y no me daban ataques de pánico, así que no se provocaba mi TEPT-C. Hablé con los consejeros de crisis con California Hope 805, quienes trabajaban conmigo en el mismo edificio, y me sugirieron que podría tener fatiga de la compasión. El Dr. Charles Figley define la fatiga de la compasión como un “estado experimentado por personas ayudando a personas o animales en apuros; es un estado de tensión y preocupación sobre el sufrimiento de las personas necesitadas tan extremo que puede crear un estrés traumático secundario para el ayudante.”

Fue un momento de epifanía para me. Fue exactamente lo que sentía, y era lógico. El corazón tiene un sinfín de reservas para preocuparse de los demás, pero el cuerpo y la mente necesitan paciencia y comprensión mientras le alcanzan al corazón. Y no me había dado el tiempo ni el espacio para alcanzar. Un componente esencial de superar la fatiga de la compasión es autocuidado y autocompasión.

Bueno, consideré con cuidado si iba a incluir esta parte sobre mis emociones. Me parecía inútil escribir sobe mis emociones, pero hasta el momento, cada vez que hablo de la fatiga de la compasión, varias personas me han dicho: “Eso es lo que yo he sentido también.” Es una experiencia común entre las personas que se dedican a ayudar a los demás. Y como la mayoría de nosotros somos cuidadores naturales, nunca hacemos pausa para evaluar nuestras propias necesidades. Entonces, si estás viendo esto como inspiración dentro de tu propia comunidad, infórmate sobre la fatiga de la compasión y usa técnicas para prevenirla y para ayudarles a otros a hacer lo mismo.

Cariño genera cariño, y a través de este proyecto tuve la suerte de juntarme a una cadena que atravesaba por toda la comunidad y trabajaba para asegurar que los sobrevivientes y los socorristas recibieron todo lo que necesitaban. Recibí apoyo y ayuda de otros grupos sin fines de lucro, de los voluntarios, y de las familias. Juntos, me dieron todo lo que necesitaba para terminar el proyecto y devolverles a las familias todos los objetos. Este proyecto ha sido uno de los mejores de toda mi vida. Sé que guardaré los vínculos formados, el amor sentido, y las historias contadas conmigo por el resto de mi vida.

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