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Cuando llegamos a nuestra destinación cerca de Olive Mill Road, me sorprendió lo silencioso que estaba en el vecindario. No solamente el silencio me llamó la atención sino también lo vacío que estaban las casas y el panorama. Fue difícil de entender. Caminamos por la calle hacía la casa a la cual habíamos sido asignados. La dueña de la casa salió a saludarnos. Muy a mi sorpresa, me di cuenta de que habíamos asistido a la secundaria juntas. Nos abrazamos y nos reímos porque allí estábamos, reunidas después de 40 años, bajo esas circunstancias.

Le dije que sentía mucho su pérdida. Nos contó de la noche cuando la montaña se bajó en cima de todo y describió que vivieron ella y su mamá. Me sorprendió la manera tranquila que mantuvo mientras nos contó su historia. Me llenaron los ojos de lágrimas mientras hablaba y no podía creer que ella pudiera hablar así de su experiencia sin desmoronarse. Escuchando su historia, me di cuenta de porque estaba allí. Quería ofrecer mi ayuda a alguien necesitada.

El lodo había alcanzado un nivel de cuatro pies alrededor de las paredes. Su pasillo, dormitorio, baño, comedor y cocina estaban totalmente sumidos en lodo macizo. Agarramos nuestras palas y empezamos a trabajar. Ninguno de los voluntarios se conocían, pero trabajamos al unísono, paleando, separando y quitando el lodo. Nadie parecía querer tomar un descanso. Estábamos decididos a terminar nuestra tarea. La dueña circulaba y nos animaba. Su actitud positiva estableció el ambiente durante el día.

Después de almorzar, seguí trabajando, ahora con solamente un otro voluntario, sacando el lodo del baño. Estaba decidida terminar; mi meta fue ver aquel baño libre de lodo. Mi esposo estaba trabajando en el pasillo y él tampoco quería parar hasta terminar. Hay algo que te empuja a seguir trabajando, a ver el resultado final. ¡Nunca había estado tan feliz ver un inodoro en mi vida! No sabíamos donde estaba en todo el lodo, ¡así que fue maravilloso encontrarlo por fin! El final ya casi estuvo a la vista – por lo menos para nosotros. Sin embargo, fue solamente el comienzo para la dueña. Nos fuimos de allí cubiertos de lodo, doloridos y cansados, pero tan agradecidos por el Bucket Brigade, que nos había proporcionado la oportunidad de ayudarle a una vecina necesitada.

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